EFE | Cristina Terceiro | Buenos Aires, 23 de mayo 2019.
La Cooperativa Esquina Libertad es un proyecto argentino de reinserción social y laboral “real” impulsado en 2010 por personas privadas de libertad, exdetenidos y familiares que busca “contener” y dar oportunidades de trabajo a quienes salen de prisión ante la “falta de respuestas” del Estado.
“Empezamos haciendo cuadernitos con restos de ‘jeans’ que nadie usaba y papel reciclado”, cuenta a Efe la presidenta de la cooperativa, Eyelén Stroker, y hoy funcionan también como editorial, imprenta y centro de capacitación.
La iniciativa surgió ante la “falta de presencia del Estado” a la hora de “generar contención” para las personas que salen de prisión.
Por eso se esfuerzan en acercarse a los presos y darles herramientas para que al salir solo tengan que “reacomodarse en el afuera, seguir trabajando los vínculos y que (el empleo) no sea un problema más agregado a la lista de cosas por resolver”.
Ella decidió echarse este proyecto al hombro porque la legislación argentina no permite que exdetenidos integren la mesa directiva de una cooperativa hasta diez años después de cumplida su condena, pero también porque desde que su pareja entró en prisión fue consciente de cómo a los familiares también les “atraviesa la cárcel” y su “estigma”.
Operan principalmente en Devoto, el único centro penitenciario en Buenos Aires, y aseguran que “la realidad es crítica”: “Hay sobrepoblación carcelaria, se ha triplicado en los últimos años, y se complejiza mucho el trabajo en contexto de encierro”.
Según datos de la Procuración Prenitenciaria de Argentina, durante 2018 el fenómeno del encarcelamiento mantuvo su tendencia alcista, generando una sobrepoblación reconocida oficialmente y que ha motivado la declaración de “emergencia” por tres años en los presidios federales.
“Tenemos un 95 % de no reincidencia en quienes están vinculados a nuestro proyecto”, remarca la presidenta de esta cooperativa que moviliza a unas 150 personas.
Mientras, la realidad argentina apunta a que un 40 % de las personas presas es reincidente.
En este proceso la educación marca la diferencia, rebajando casi tres veces la tasa de reincidencia. De hecho, “la coope”, como les gusta decir a sus integrantes, nace bajo el “paraguas” de un programa de estudios de la Universidad de Buenos Aires que funciona en cárceles.
Daniel Fernández pasó su adolescencia en distintos penales juveniles y asegura que un taller de Literatura y Filosofía le cambió la vida.
Cuando recuperó su libertad quiso volcarse en ayudar a otros jóvenes que estaban transitando por la misma situación que él y empezó a impartir talleres.
Ahora, con 25 años, asegura que el hecho de haber pasado por la cárcel y conocer la problemática desde dentro le permite transmitir mejor ciertos conocimientos, desde experiencias cotidianas, y las rimas de sus raps con alto contenido social interpelan a los más jóvenes.
“Siento que estamos haciendo un trabajo que el Estado no está haciendo y nos estamos haciendo cargo los que estábamos metidos en una problemática a la que no queremos regresar”, explica Fernández a Efe.
Insiste en la importancia de “hacer entender a la gente que tienen oportunidades y espacios para que puedan potenciarse”, como la cooperativa, y aunque es consciente de que tener antecedentes penales “te cierra las puertas en muchos lados, uno tiene que luchar por generar fuentes de trabajo para no recaer en el círculo” que les arrastró a prisión.
Mauro lleva más de once años detenido y prefiere reservarse el apellido para evitar problemas. Coordina dos talleres desde el pabellón 50 de Devoto y hace de nexo entre sus compañeros de prisión y la cooperativa.
Para él, conocer Esquina Libertad e implicarse en ella “fue una luz de esperanza” y una muestra de que “se pueden hacer las cosas bien, mejorar y salir” con la ayuda de sus propios compañeros.
“Que salga de nosotros, que nos ayudemos, me parece algo invaluable”, asevera en una conversación con Efe, pues está convencido de que son muchas las personas que gracias a esta iniciativa podrán salir adelante.
Jerónimo Nahuel Halpern es una de ellas.
Conoció el proyecto en prisión y desde el principio tuvo claro que al salir quería implicarse.
Habla de esa época “difícil” todavía nervioso, emocionado por estar libre y se le seca la boca al rememorar ciertas situaciones.
Lleva solo siete meses manejando el área textil de la cooperativa y valora especialmente cómo le recibieron con “cero prejuicio” y le brindaron la oportunidad de “crecer”.
“Para mi fue vital el compañerismo, estar 100 % pendientes de uno sin haber hecho un prejuicio ni haber puesto en escala de valores el error que uno ha cometido”, señala.
La coyuntura Argentina actual no es la mejor, aseguran, pero acostumbrados a “surfear los problemas” se muestran optimistas y celebran cada entrega a ONGs, sindicatos e incluso librerías internacionales que con cada pedido ayudan a dar trabajo a exdetenidos y sus familias.
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