Argentina: Todas las cartas sobre la mesa para acabar con el trabajo infantil

EFE | Cristina Terceiro | Buenos Aires, 25 mar 2019

Tres de cada diez menores realiza alguna actividad productiva en Argentina. Un dato frente al que los expertos sostienen que el país está ante un contexto favorable para erradicar y prevenir el trabajo infantil, con políticas públicas definidas y la presión de sus compromisos internacionales.
“Están todas las cartas sobre la mesa en Argentina. Hace muchos años que estoy en esto y nunca vi un escenario con tantas oportunidades”, aseguró a Efe Gustavo Ponce, responsable del área de prevención y erradicación del trabajo infantil dentro del capítulo local de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Entre los motivos, la existencia de datos oficiales que enmarcan el problema y un horizonte internacional con “propuestas concretas” en esta material que obligará a todos los países a “rendir cuentas de sus políticas”.
Una “instancia superadora” de los objetivos de desarrollo del milenio impulsados por la ONU, que generaron el movimiento contra la pobreza más exitoso de la historia.
Ponce señala que, aunque la situación de América Latina “sea más favorable” que la de otras regiones del mundo, todavía hay muchos desafíos por delante, ya que el trabajo infantil está “muy naturalizado” en el país suramericano, siendo incluso motivo de orgullo en ciertas comunidades.
No trabajan encadenados, no son víctimas de mafias, son -generalmente- menores de zonas rurales y pertenecientes a los quintiles de ingresos bajos.
“No estamos hablando de niños con cadenas, estamos hablando de niños que se levantan a las cinco de la mañana para darle de comer a los animales y después caminan una hora hasta la escuela o se tienen que quedar a cuidar de sus hermanos menores porque los papás no tienen donde dejarlos cuando se van a trabajar”, remarca Ponce.
En total, más de 760.000 niños son víctimas del trabajo infantil en Argentina, según los últimos datos oficiales (2017).
La situación se agrava en jóvenes de 16 y 17 años, donde la ley argentina permite trabajar siempre que su empleo no compita con la escolaridad ni afecte al desarrollo del menor.
El “desconocimiento” o “vacíos legales” de esa norma hace que muchos adolescentes terminen incorporándose de manera informal al mercado laboral y en condiciones muy precarias.
Para Ponce, el escenario local necesita un fortalecimiento de las capacidades provinciales y municipales, visibilizar y concienciar más sobre el terreno, con la implicación de Gobiernos, empleadores y familias para hacer un diagnóstico real y que, una vez más, las políticas y la legislación existente se cumplan.
En esa línea trabajan desde el proyecto “Offside: ¡marcando la cancha!”, una cooperación técnica entre diferentes actores clave del sector (gobiernos, agencias de desarrollo, ONGs), financiada por el Departamento de Trabajo de Estados Unidos y que, durante los próximos cuatro años, buscará erradicar el trabajo infantil en el sector agropecuario argentino.
La iniciativa tiene como objetivo tres provincias del país austral (Buenos Aires, Mendoza (oeste) y Santa Fe (centro)) y tres sectores productivos (ajo, tomate y algodón) que integran la “lista negra” estadounidense del trabajo infantil.
“La idea es identificar qué es lo que está sucediendo actualmente en el territorio y en estas distintas cadenas de valor, así como el impacto que puede tener en términos comerciales”, dijo a Efe la directora del proyecto en argentina, María Eugenia Figueroa.
Sobre el terreno trabaja desde hace 36 años la asociación Conciencia. Su programa “Porvenir” se enfoca en las norteñas provincias de Salta, Jujuy y Misiones, dedicadas mayoritariamente al cultivo de yerba mate y tabaco, históricamente señalados por utilizar mano de obra infantil y cuya cosecha coincide además con el receso escolar.
“Entendimos que nuestro principal aliado eran las escuelas y que garantizando su apertura íbamos a asegurar que los chicos, en una franja horaria, estuvieran contenidos”, dijo a Efe Anabella Serignese, directora de programas de Conciencia.
Un espacio donde profundizan, desde diferentes estrategias pedagógicas, en el acceso a sus derechos, realizan actividades recreativas o talleres de orientación para su proyecto de vida, como las clases de robótica para adolescentes que incorporaron este año.
Por el programa pasaron ya más de 15.000 chicos y sus logros demuestran, para Serignese, que las medidas coercitivas nunca son las más efectivas para un problema pluridimensional.

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