EFE | Cristina Terceiro | Buenos Aires, 3 mar 2019
El compositor argentino Santiago Vázquez hace de la improvisación musical un espectáculo. Su lenguaje del ritmo y la percusión con señas ha pasado de ser un juego de armonías a convertirse en un recurso educativo y terapéutico, en el que incluso jóvenes de barrios vulnerables encuentran contención.
Vázquez es un generador compulsivo de proyectos. Todo lo que toca se convierte en éxito. Lo hizo en 2006 cuando fundó “La bomba de tiempo”, el grupo de percusión más importante de Argentina, que cada lunes sigue sorprendiendo a más de 2.000 personas con sus compases improvisados sobre el escenario de la Ciudad Cultural Konex.
Sin embargo, cuando “La Bomba” estaba en lo más alto, Vázquez decidió dar un paso al costado: “Su dirección estaba ya muy marcada”, dijo en una conversación con Efe, “y yo necesito siempre seguir encontrando y creando, investigando nuevas formas, eso es lo que me motiva como músico”.
No importó, en poco tiempo estaba repitiendo triunfo con ‘La Grande’, una banda urbana que con “instrumentos afinados” sumó una pizca de ritmo a la fórmula secreta de Vázquez.
“(Con ‘La Grande’) se forma esto del ritual del baile alrededor de una música que está improvisada, y esto quiere decir que no es igual un martes que el siguiente, no lo podríamos hacer aunque quisiéramos, y eso permite a la gente disfrutar sabiendo que está siendo sorprendida permanentemente”, agregó.
Ambos proyectos comparten un mismo idioma, el lenguaje del ritmo y la percusión con señas ideado por este multinstrumentista y que, a través de 140 gestos realizados con las manos, permite empastar un espectáculo de improvisación musical.
Un recurso creado para disfrute del público y que perfecciona y difunde a través del Centro de Estudios de Ritmo y Percusión con Señas (CERPS).
A Vázquez le apasiona “decir cosas a los músicos sin interferir en el sonido”, quizás una de las grandes diferencias que tiene con un director de orquesta convencional, ya que con esta técnica apoyada en señas se compone en el momento.
No hay una partitura. Todo ocurre en tiempo real, sin que el director sepa de antemano lo que cada músico va a aportar a este “juego de improvisación”, y con el reto de coordinar sonidos sobre la marcha para que tengan sentido y sean atractivos para el público.
No obstante, no tiene miedo a la repetición: “No creo que la improvisación exija novedad permanente. Creo que la composición más sabrosa es aquella en la que los elementos son dosificados y reorganizados de muchas formas”.
Hoy, su lenguaje del ritmo y la percusión con señas se replica por todo el globo en forma de grupos polifónicos, recursos educativos que ya motivan cambios de paradigma en la enseñanza musical argentina y proyectos sociales.
“En este momento hay por lo menos 100 grupos solo en Argentina utilizando el lenguaje y varios miles de personas jugando con él como alumnos en grupos de práctica o estudio”, afirma Vázquez.
En el exterior enumera iniciativas que llevan su sello en cerca de una veintena de países: “En Barcelona (España) hay un proyecto llamado ‘Pivot’ que utiliza el lenguaje pero con música electrónica. En Bélgica está ‘Sysmo’, que en este momento yo diría que es uno de los mejores grupos del mundo de percusión con señas”, explica sin dejar de nombrar otras bandas que utilizan su recopilación de movimientos en Francia, Holanda, Reino Unido, Chile, Colombia y Uruguay, entre otros.
Un código “muy intuitivo y fácil de comenzar a disfrutar” que, sin duda, ha superado las expectativas de su inventor.
Le gusta comparar este juego terapéutico de la percusión y el ritmo con la improvisación que afronta un futbolista con la pelota en cada jugada.
Además, para él fue toda una sorpresa ver la utilidad pedagógica de su creación y como muchos profesores empezaron a implementarlo con sus alumnos desde un nivel inicial y en personas con capacidades diferentes.
En la sureña provincia de Chubut, por ejemplo, ya es una materia obligatoria en el profesorado de música, asegura Vázquez.
Pero también se utiliza como un vehículo de contención en barrios vulnerables de la ciudad y la provincia de Buenos Aires a través del programa “Arte en los Barrios” que coordina el artista, y mediante el que los alumnos incluso pueden ayudar a la economía familiar ejecutando o enseñando esta práctica musical.
Mientras continúa con el frenético ritmo de clases, conciertos en solitario y giras internacionales, Vázquez apura ya su nuevo proyecto: “Pan”, un grupo con el que vuelve a la percusión con señas y que fusiona sonidos electrónicos, notas africanas, jazz, “beatboxing” y folclore.
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